Mucha gente con vidas ordinarias y no tan ordinarias hace un testamento extraordinario, ya sea forzada por los acontecimientos o para dar la nota y que se siga hablando de ellos. También en Canadá, en los años cuarenta, un desafortunado granjero llamado Cecil Harris sufrió un accidente mientras trabajaba en los campos, y antes de expirar el último suspiró utilizó una navaja para arañar en la carrocería de su tractor: “por si me muero en este desastre, dejo todo a mi mujer”.
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