Ha pasado a mejor vida. Ha estirado la pata. Nos ha abandonado. Duerme el sueño eterno. Ya está descansando. Ha fallecido. Dobló la servilleta… Cualquier fórmula nos sirve para evitar pronunciar lo impronunciable: que esa persona ha muerto y que el hecho nos recuerda que somos candidatos seguros a pasar por lo mismo.
«Tenemos tres certezas en la vida. Nacemos en pelotas, vamos a pagar impuestos y nos vamos a morir«, bromea Ángel Seisdedos, abogado sevillano especializado en Herencias y Sucesiones.
«No vamos a hablarlo, no vaya a ser que venga ‘La de la guadaña’. Pues va a venir igualmente», advierte.
La de la guadaña’, dice Ángel Seisdedos. Otro eufemismo para evitar ‘nombrar a la bicha’ (vaya, cómo nos cuesta también a nosotras pronunciar las malditas seis letras). Sugerir la palabra ‘muerte’ sin querer nombrarla del todo.
«La muerte hoy en día tiene una parte de ese componente de tabú, pero la gran mayoría recordamos cómo nuestra sociedad vivía de forma distinta la muerte«, explica Montse Esquerda, pediatra, psicóloga y autora del libro ‘Hablar de la muerte para vivir y morir mejor’ (Editorial Alienta).
Por eso me gusta más hablar de ‘desculturización’ que de tabú, porque permite revertir, ‘reculturizar’: buscar elementos que nos vuelvan a acercar a la muerte». ¿Pero por qué querríamos «acercarnos a la muerte»? «Porque somos seres sociales y, como colectivo, necesitamos decir adiós a alguien de los nuestros. El que ahora la muerte sea un tema privado, no nos ayuda a esto», responde la también directora del Instituto Borja de Bioética de la Universidad Ramón Llull de Lleida.
Ella propone que comentar cómo nos gustaría que fuera nuestro funeral -u otras cuestiones relacionadas con nuestra muerte o la de los nuestros- se convierta en una conversación informal de vermú o de comida familiar de domingo. Ni siquiera tenemos que cumplirlo si cambiamos de opinión más adelante: «Hablarlo es una puerta que hay que abrir cuando estamos bien y así, cuando nos pase algo, será más fácil transitarla».
Juan Carlos Siurana, vicepresidente del Comité de Bioética de España y profesor de Filosofía Moral de la Universidad de Valencia, añade que «vivir a espaldas de la muerte, como si no existiera», hace que no sepamos cómo actuar. Cuenta que así es como se vive sobre todo en las grandes ciudades. «Antiguamente era algo cotidiano. En los pequeños pueblos se vivía con naturalidad. Se sabía que la muerte estaba llegando, los vecinos se preparaban para lo irremediable y el moribundo tenía tiempo de despedirse y de dar sus últimos consejos o instrucciones», rememora sobre un tiempo no tan lejano.
Nada más hay que hacer un repaso de las tradiciones, fiestas y folclores diversos de nuestro país, como hacemos en el podcastque acompaña este especial y que también puedes escuchar desde tu plataforma de audio favorita. En opinión de este experto, ahora se produce lo que el estudioso de la muerte Philippe Ariès (autor de ‘Historia de la muerte en Occidente’, que en España publica Acantilado) llamó ‘la muerte invertida’: «Yo la llamo ‘la muerte solitaria’. Dejamos de estar preparados para hablar de la muerte en la familia y con los amigos», dice Siurana.
Así que hagamos una reflexión, ya que hemos superado el primer escollo de decir ‘muerte’ en voz alta. Tanto como para leer este especial. Porque puede que tengamos una salud de hierro o que no estemos tan mal para nuestra edad, a pesar del colesterol y las transaminasas. Seguro que tenemos miles de cosas pendientes que hacer para tener tiempo para morirnos. Pero, ¿qué pasaría si en las próximas 24 horas nosotros o alguien de los nuestros tenemos que emprender ‘el último viaje’ (otra vez con las ambigüedades absurdas…)?
¿Estamos preparados para superar un estacazo así?¿Cómo se lo contamos a los niños? ¿Sabemos cómo apoyar a quienes están de duelo, más allá del manido ‘te acompaño en el sentimiento’? ¿Tendríamos todos los asuntos listos para no causar quebraderos de cabeza (ni peleas) a los que nos van a llorar? Esto lo puedes leer en esta otra pieza del especial. ¿Mantendremos el control sobre decisiones que deberían haber sido nuestras? Esto, en este otro enlace.
¿DE QUÉ SIRVE TENER PRESENTE LA MUERTE?
El hecho de sabernos finitos, reflexiona la pediatra y psicóloga Montse Esquerda, no solo da más sentido a lo que vivimos, sino que nos invita a aprovechar el momento, a hacer las cosas que nos gustan, a fijarnos más en lo que de verdad importa.
Antes se sabía que la muerte estaba llegando, los vecinos se preparaban y el moribundo tenía tiempo de dar sus últimos consejos o instruccionesJuan Carlos Siurana, Comité de Bioética de España
«El presente tiene una doble semiología. Presente como momento actual y presente como regalo. Si lo pensamos, el presente es un presente. Es un regalo«.
Pensar que no sabemos cuándo llegará el día en que ya no estaremos también es útil para hacer cosas que a menudo postergamos. ¿Cuántos ‘te quiero’ están esperando el momento? ¿Cuántos nudos siguen pendientes de un ‘perdóname’?¿Cuántos ‘lo siento’ se quedan por decir? ¿Y ‘gracias’?
«A lo largo de nuestra vida es importante cerrar etapas. Dar las gracias a aquellos que nos han sostenido y empujado, perdonar y pedir perdón y decir ‘te quiero’ nos hace vivir mejor», subraya.
¿CÓMO SE LO CUENTO A LOS NIÑOS?
A menudo, la sociedad tiende a apartar a los niños de todo lo relacionado con la muerte, pensando, por un lado, que así se les protege y, por otro, que no se van a enterarde lo que está pasando. Pero ambas presunciones son falsas.
«Ante un caso de maltrato nadie diría que los niños se enteran poco o no les afecta tanto. Y sin embargo se sigue diciendo ante un fallecimiento», reflexiona Montse Esquerda.
La realidad, continúa, es que «la muerte de un ser querido en la vida de un niño es uno de los acontecimientos más estresantes que pueden vivir» y alejarles de la situación, darles explicaciones vagas y confusas de lo que ha sucedido o está a punto de ocurrir, lejos de ayudar, lo complica todo.
Es importante darles espacio para que, cuando sea posible, los niños puedan despedirse de ese ser querido, tanto en vida, como tras el fallecimiento. Si no se quiere que el niño vaya al entierro o al tanatorio, «tendremos que pensar en otro tipo de ceremonia de despedida para el niño, más íntima y cercana, aunque sea tiempo después».
Apartando a los niños pensamos que los protegemos, pero no lo hacemos. Los sacamos del círculo familiarAnna Maria Agustí, maestra y miembro del Grupo de Acompañamiento de Duelo de Lleida
No tenemos que pensar que todos los duelos van a ser traumáticos en los niños. «Los humanos creamos vínculos. Y cuando esos vínculos se rompen, pasan a formar parte de nuestra vida y podemos convertirlos en algo positivo. Hay formas de conseguir que pueda acabar integrándolo en aquello que es y darle sentido y significado», señala esta pediatra.
Es importante no usar eufemismos cuando expliquemos a un niño que alguien cercano ha muerto, apunta Anna Maria Agustí, maestra, psicopedagoga y miembro del Grupo de Acompañamiento de Duelo de Lleida. Términos como ‘se ha perdido’ o ‘está en un lugar mejor’ pueden crear confusión en el niño y alentar miedos. «Si se ha perdido y no le vamos a buscar, el día que yo me pierda, ¿quién me vendrá a buscar?», pueden pensar.
La muerte también hay que vivirla en familia, subraya la psicopedagoga. «Apartándolos de esa realidad pensamos que los estamos protegiendo, pero en realidad no lo hacemos. Los estamos desprotegiendo sacándolos del círculo familiar. Ellos viven y ven clarísimo que algo está pasando. No saben qué está pasando pero si no lo aclaramos buscarán una explicación y la imaginación puede ser peor que la misma realidad», reflexiona Agustí.
CÓMO ACOMPAÑAR AL QUE ESTÁ DE DUELO
«Es que no sé qué decir». Cuando se muere un familiar o un amigo de alguien cercano cuesta encontrar las palabras para reconfortarle. Todas las frases suenan huecas, vacías, sin sentido. «Pero es que en esos momentos las palabras no son precisas ni necesarias. Lo importante es la presencia«, subraya Anna Maria Agustí, con una experiencia de 20 años en un grupo de duelo. Hay que estar ahí para quien está en ese proceso, acompañando y apoyando a esa persona, añade.
Un momento clave es «al mes o mes y medio de la muerte«, apunta Montse Esquerda. «En ese momento es cuando uno empieza a procesar la realidad» y es cuando empieza a desaparecer el aluvión de contactos que se produce los primeros días.
Un simple «¿quieres que nos tomemos un café?» sirve para ayudar a esa persona en duelo. Porque ese momento puede servirle para oxigenarse un poco, para distraerse y pensar en otra cosa. Pero, si lo necesita, también puede invitarle a hablar del tema, a soltar.
Un momento clave es al mes de la muerte. Uno empieza a procesar la realidad y desaparece el aluvión de contactos de los primeros díasMontse Esquerda, pediatra y psicóloga
«Hablar nos ayuda a resignificar. El significado de nuestras emociones puede cambiar con la palabra; es decir, permite revisitar aquello que ha pasado y aprender a vivirlo de una forma distinta. Pero el problema de la palabra es que necesita un interlocutor y no que haya silencio al otro lado. La soledad no es estar solo, es no tener a nadie con quien hablar», subraya Esquerda.
Por eso, ante una persona que ha perdido un ser querido es importante no presuponer que no va a querer salir, va a preferir estar solo o no va a querer hablar. «No presupongamos, preguntemos, basta con proponer ese café», insiste. Y seamos proactivos. «No sirve eso de decir, ‘estoy aquí, llámame’ porque nadie va a llamar», concluye.
¿CUÁNTAS HORAS NOS QUEDAN?
Planteamos antes la pregunta de qué pasaría si nos muriéramos de repente. No es probable que ocurra, a no ser que se cumplan los temores irracionales que nos daban ‘yuyu’. Así que este repaso nos sirve para revisar una lista de tareas importantes,a las que no prestamos atención en la mayoría de las ocasiones. Esas tareas que todos deberíamos tener hechas. Pero, que levante la mano quien tenga rellena la lista completa.
«Dicen aquello de que el mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años, pero el segundo mejor momento es ahora, ¿no?», pregunta el abogado Oscar Cano, experto en Sucesiones y Familia. «Lo mejor es hacer estas cosas cuanto antes y si ahora me doy cuenta de que tenía que haberlo hecho hace 15 años y no lo he hecho, pues el segundo mejor momento sería hoy mismoo mañana», destaca. «Cuanto antes dejemos todo previsto más facilitaremos la vida a los que apreciamos, después del golpe que habrán recibido cuando faltemos nosotros»
«Si ponemos la muerte en la vida, nos ayudará a vivirla con más responsabilidad», dice Anna Maria Agustí. «Dejaremos las cosas mejor, porque así no tendrán que pensar tanto los otros por nosotros«.
Lecturas relacionadas:
- Hablar de la muerte para vivir y morir mejor.Montse Esquerda. Editorial Alienta.
- La pérdida del ser querido. Vicente Prieto. Editorial La Esfera de los Libros.
- He visto cosas que no creerías. Jesús Callejo. Editorial La Esfera de los Libros.
- Cerebro y trascendencia. Ramón M. Nogués. Fragmenta Editorial.
- A Beginner’s Guide to the End: Practical Advice for Living Life and Facing Death. BJ Miller y Shoshana Berger (en inglés).
Fuente original : https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2023/04/16/642aba28fc6c838d1c8b45af.html